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miércoles, 18 de noviembre de 2009

LA PECERA

LA PECERA


La pecera, un objeto que pertenece a la configuración de un espacio privado, pero que a su vez es el espacio habitable de un pez para el que, si tomamos como cierta la teoría sobre la memoria de los peces, es un espacio infinito. El infinito como objeto configurador de un espacio limitado al que la ley, basándose en la dignidad de las personas, ha venido a llamar espacio privado.

Esa pecera es transparente, nosotros podemos ver dentro de esa pecera, vemos al pez vivir en su espacio. Podríamos destrozar ese espacio, cambiarlo de sitio, pintarlo, infinidad de cosas le podríamos hacer a ese espacio, pero no podemos vivir en él, no nos lo permite ni el tamaño ni el medio.

Tenemos en este punto el infinito como objeto configurador de un espacio privado que a su vez es un espacio inhabitable habitado por un pez.

Se ve desde fuera hacia dentro, pero también desde dentro hacia fuera, sería como mirar desde el infinito a lo limitado por nuestra dignidad como personas.

Hay algo de terrible en todo esto, más allá de la gran paja mental que acabo de formular. Hay un ser vivo que según nuestras teorías es feliz viviendo en ese espacio. Lo colocamos en el lugar más apropiado de nuestra casa y le dedicamos horas de contemplación, como si de la tele se tratase. No sé si cuando miro al pez lo hago con envidia por lo feliz que en teoría es o disfrutando de los feliz que soy yo sabiendo lo tonto que es un pez. Pero claro, nosotros también somos felices viviendo en un espacio limitado por nuestra propia dignidad, si tenemos ese espacio vivimos con libertad, en una maravillosa democracia cuyo uno de sus pilares es que la persona tenga un espacio privado donde cobijarse (en vez de la palabra cobijarse se podría decir la palabra encerrarse). Pero ojo ese espacio seguirá siendo privado, y por lo tanto inviolable, mientras la ley no diga lo contrario.

La pecera como un espacio privado (pensamos que el pez vive con dignidad en el) realmente impenetrable por una serie de leyes físicas. Si, podemos mirar, pero según nuestras teorías eso al pez le da igual, de hecho a nosotros nos da igual que el pez mire dentro de nuestra casa y esté presente en los momentos más íntimos.

¿Qué pasa si meto una cámara de video dentro de una pecera y grabo desde dentro no solo espacios privados sino espacio públicos? En principio nada, está científicamente demostrado que una cámara y una pecera no son armas de destrucción masiva… de momento.

Pero pensemos en uno de las cualidades del espacio privado, la intimidad. Cuando metemos una cámara en un espacio privado este pierde su intimidad, el hecho de que esa cámara esté, condiciona nuestra forma de comportarnos. Pero claro, esto al pez, en teoría, le da igual, se agitará un rato hasta que se acostumbre a la presencia de la cámara. Es lo que se dice de las personas, que cuando se acostumbran a la presencia de la cámara actúan con naturalidad. Pero no somos peces, somos más “inteligentes”, sabemos perfectamente que es una cámara y de hecho tenemos una serie de comportamientos perfectamente asimilados que afloran ante la presencia de una cámara.

La pecera en un espacio privado no condiciona, pero en el momento que metemos la cámara este pasa a ser un objeto perturbador que rompe la intimidad del espacio, pero ¿se viola la privacidad? ¿Acaso no existen videos de carácter privado? Las respuestas en otro capítulo, o te las respondes tu. En cambio si sacamos la pecera a un espacio público con la cámara dentro, el elemento extraño, aunque no perturbador, será la pecera en sí, a las cámaras en la calle ya estamos acostumbrados. Y he aquí una de las características del espacio público, al principio las cámaras eran una amenaza, pero ya nos hemos acostumbrado y convivimos con ellas con la mayor naturalidad (naturalidad que nunca se daría en un espacio privado, solo hay que ver gran hermano); el espacio público continuamente se transforma y nosotros nos amoldamos.

Con la pecera pasaría exactamente lo mismo si se quedara más de dos días en la calle.

Ya hemos colocado la pecera en espacios privados y en espacios públicos, hemos grabado distintas escenas cotidianas en ambos espacios. Tenemos un montón de imágenes pero también tenemos sonidos muy distintos.

Anteriormente habíamos grabado videos en la calle y otros en una casa. En un montaje posterior intercambiamos los sonidos de ambos. Al visualizarlo observamos que el sonido de la calle parece integrarse perfectamente con las imágenes de la casa, es bastante común oír tráfico dentro de una casa; pero al pasar el tiempo empieza a ser molesto. En cambio el sonido de la casa en la calle es perturbador y extraño, sobre todo los silencios, que crean tensión, cuando suena música todo funciona muy bien. Al tiempo nos damos cuenta de que el sonido de la casa se ha amoldado a la calle, les encontramos sentido e incluso aparecen divertidas coincidencias, los silencios siguen siendo extraños pero no tanto, y la música sigue funcionando muy bien. Justo lo contrario que lo que pasaba en la casa, a excepción de la música que funciona igual de bien en cualquier espacio.

Al incluir la pecera en estas grabaciones aparece un nuevo sonido, el de la propia pecera, un sonido de un espacio concreto. Y este sonido va a aparecer tanto en el espacio público como en el privado… ¿Qué pasará? ¿Cómo interactuaran estos sonidos? ¿los unificará? ¿o quizás los separe más?...las respuestas a todo esto, y más, después de la grabación.

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